sábado, 7 de febrero de 2009

¿Móvil nuevo y gratis? ¡No, gracias!

Wenas,

os adjunto uno de los articulillos que nos han enviado del pasado foro social de madrid 2009, hay más archivos como el de huella ecológica y una presentación power point pero como pesan muxo pues no los he adjuntado, quien los quiera que envie un emilio y se lo reenvio!!!

talego

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¿Móvil nuevo y gratis?
¡No, gracias!


Probablemente te hayas sentido bombardeado
por la publicidad de teléfonos
móviles cada vez más nuevos, más pequeños
y con más funciones que seguramente
nunca utilizarás. ¿Has podido resistir?
En este escrito te ofrecemos algunas
informaciones que a menudo no tenemos
en cuenta en nuestras decisiones de consumo.
Están centradas en la microelectrónica
como producto, a pesar de que
muchas de ellas son generalizables a otros
productos. Esperamos que nos ayuden a
caminar hacia un consumo más responsable.
¿Cuál es el coste de un móvil? Los
orígenes materiales del móvil
Un teléfono móvil estándar pesa unos
100 gramos (batería aparte) y está compuesto
por un 40-60% de plásticos, un 20-
40% de metales, y sobre un 20% de materiales.
Su estructura es compleja y
contiene entre 500 y 1000 componentes
distintos, todos ellos de composición variada.
Entre los compuestos mayoritarios,
son destacables las proporciones de cobre
(10-20%), de hierro (2-10%) y de aluminio
(hasta un 10%) Entre los compuestos
minoritarios, es destacable la presencia de
elementos como el antimonio (como retardante
de llama), tantalio (en la composición
de condensadores), berilio, níquel,
cromo, plomo, cadmio, mercurio, arsénico,
oro o plata, y de compuestos como
PVCs o retardantes de llama bromados1.
La extracción y procesamiento de estas
substancias implica un movimiento
total de materiales, lo que se conoce como
“mochila ecológica”, que se puede estimar
en un mínimo de 75 kg. por teléfono
móvil. Esta cantidad de material de
desperdicio se genera principalmente en
la extracción de los metales escasos y de
minería difícil, que forman parte del teléfono
móvil.
Por otra parte, se estima que entre el
40% y el 65 % de la energía consumida
en el ciclo de vida de un teléfono móvil
(sin tener en cuenta los costes energéticos
de la estructura de comunicaciones) se
consume en la fabricación y transporte
del dispositivo. También dominan en dicha
fabricación y transporte del móvil los
indicadores correspondientes a la destrucción
de la capa de ozono y el potencial
de toxicidad humana.
Por último, hay que tener presente que
algunas substancias utilizadas son recursos
caros y escasos, motivo por el cual están
relacionadas con diferentes problemáticas
y abusos tanto sociales como
ambientales. Ejemplos paradigmáticos de
ello son la obtención de tantalio y la extracción
de oro o petróleo.
A pesar de que los principales exportadores
de tantalio son Australia y
Canadá, una parte significativa de éste se
obtiene en el centro de África, donde se
extrae de minerales conocidos por el
nombre de coltán. Su explotación en esta
región se asocia a la financiación de las
guerras existentes entre Rwanda,
Burundi, Uganda y la República Democrática
del Congo, y a la destrucción de
los entornos protegidos del Kahuzi Biega
Nacional Park, en donde vive el gorila de
montaña.
La minería de oro se encuentra extendida
por distintas zonas del mundo, y su
extracción a menudo implica la utilización
de compuestos de elevada toxicidad,
como el mercurio o el cianuro. Sin las
medidas de control adecuadas, las emisiones
atmosféricas de mercurio y los
cauces de aguas residuales con cianuro,
son demasiado frecuentes; no hay más
que recordar, por ejemplo, el desastre de
Baia Mare en el año 2000 o la situación
de los garimpeiros en la Amazonia brasileña.
En cuanto al petróleo, los accidentes
de petroleros, las guerras del golfo
Pérsico o la deforestación y la expulsión
de los nativos en la Amazonia ecuatoriana,
son conflictos bien conocidos.
¿Debemos cambiarlo? La creación
de necesidades como estrategia
En marzo del 2006, las líneas de móviles
(y, por lo tanto, el número de teléfonos
móviles en circulación) se situaban,
en España, en 44,3 millones, superando el
propio número de habitantes (44,1 millones).
Este fenómeno se repite en otros países
de nuestro entorno. Para el año 2006,
las estimaciones de ventas de móviles en
España se sitúan alrededor de los 19,1 millones
de unidades. De éstas, la mayoría
substituirán a otros teléfonos perfectamente
funcionales. Se estima que el 80%
de las compras de móviles son renovaciones.
A nivel mundial, los clientes del móvil
suman 2,4 miles de millones, y han aumentado
en 120 millones, en el segundo
trimestre del 2006.
Mientras la vida útil de un móvil (batería
excluida) se estima en unos diez
años, el tiempo medio de utilización se estima
entre los 18 y los 30 meses.
Este proceso, por el cual el producto
deja de ser deseable con el paso del tiempo
aunque su funcionalidad no haya cambiado
y sus capacidades sigan intactas,
recibe el nombre de obsolescencia. Se habla
de obsolescencia técnica para indicar
que las prestaciones del dispositivo ya
han sido superadas; de obsolescencia funcional,
para referirse a la aparición de
nuevas funcionalidades no soportadas por
el dispositivo obsoleto; y de obsolescencia
psicológica, cuando el producto deja
de ser deseable debido a cambios en la
moda y en los estilos sociales propiciados
y estimulados por el marketing y la publicidad.
A pesar de que una parte de esta obsolescencia
y renovación excesivas es
atribuible a los usuarios finales, cabe destacar
algunas prácticas comerciales que
favorecen este consumo desmesurado.
Una primera vía es la presión publicitaria,
combinada con los cambios estéticos,
el desarrollo de modas y la introducción
gradual y continua de nuevas
funcionalidades a un ritmo que responde
más a intereses de marketing que a limitaciones
técnicas.
Una segunda práctica que propicia el
cambio de teléfonos es su bajo coste económico
para el consumidor. El hecho de
que los aparatos estén altamente subvencionados
–ya sea a través de regalos o rebajas
en programas de fidelización, de reembolso
del coste en llamadas u ofertas
en la formalización de los nuevos contratos–
hace que el ciudadano tenga dificultades
para percibir los costes materiales,
sociales y ambientales de su consumo.
Una tercera dificultad con que se enfrenta
el consumidor responsable es el anclaje
de los aparatos en las distintas compañías
de telefonía, de forma que el
cambio de compañía de servicio suele
implicar cambiar el equipo electrónico.
Por último, dificultan también la reutilización
de los equipos electrónicos el
relativo elevado coste de compra de componentes
como transformadores o baterías,
la baja compatibilidad de los componentes
entre los distintos teléfonos (¿por
qué deben ser distintos todos los cargadores?)
y la imposibilidad de actualizar
los programarios para adaptar los equipos
a nuevas funcionalidades.
¿Y el otro? El problema de los
residuos electrónicos
Se estima que, entre Estados y
Europa, se tiran anualmente 235 millones
de móviles. De éstos, son reciclados menos
de un 10%. Con lo cual se incrementa
el inmenso problema de los residuos
electrónicos.
Se estima que en el mundo se producen
anualmente entre 20 y 50 millones de
toneladas de residuos eléctricos y electrónicos.
Estos residuos presentan dos características
que los convierten en claramente
preocupantes: su volumen y su
toxicidad.
Los residuos electrónicos suponen, en
la Unión Europea, 14 kg. por persona y
año, o un total de 6,5 millones de toneladas
anuales. Esta partida de material de
desperdicio es la de mayor crecimiento,
estimándose en un 8% anual.
La toxicidad de los residuos electrónicos
es el principal problema de cara a
su destino final. Si se llevan a un vertedor,
pueden liberar metales pesados y
otros compuestos tóxicos en los cauces
fluviales y en las aguas subterráneas. Si
se incineran, la presencia de PVC, compuestos
aromáticos policromados y metales
volátiles, puede provocar la emisión,
en la atmósfera, de tóxicos
altamente peligrosos.
El reciclaje, por otro lado, es difícil
y costoso, dada la complejidad y elevada
compactación de los dispositivos
electrónicos, en general, y de los teléfonos
móviles en particular. Apesar de que
existen procesos capaces de reciclar
hasta 17 metales distintos de los residuos
de la telefonía móvil, el coste económico
resulta mucho menor transportándolos
a los países pobres para su
revaloración.
De este modo, una parte importante
de estos residuos son enviados a países
pobres para su reutilización, reparación,
reciclaje o simplemente vertido. Se estima
que alrededor de la mitad de los
materiales enviados para su reparación
o reutilización acaban vertiéndose, ya
que su aprovechamiento no resulta posible
ni rentable. Se han localizado vertedores
de residuos electrónicos provenientes
de Europa, de Estados Unidos o
de Japón, en lugares tan dispares como
Guiyu (China), Karachi (Paquistán) y
Lagos (Nigeria).
Además de los vertidos, en algunos
de estos lugares se llevan a cabo prácticas
de reutilización de metales de elevado
riesgo para la salud y el medio ambiente,
sin las mínimas medidas de control
y de seguridad. Y así, algunos
residuos son quemados para la recuperación
del plomo, hierro, cobre u otros metales;
otros son tratados con soluciones
ácidas para la recuperación del oro, o simplemente
rotos para la recuperación del
cobre; en todos los casos, esto facilita la
liberación de más tóxicos en el ambiente.
Diferentes análisis, en las regiones
donde se llevan a cabo estas prácticas de
reciclaje, han dado resultados, en agua y
en suelo, con concentraciones más de 100
veces más elevadas que los valores recomendados
por agencias internacionales y
gubernamentales tales como la Organización
Mundial de la Salud o la EPA estadounidense.
Reflexión final
El mejor camino para el mantenimiento
de nuestro mundo es reducir nuestro
consumo y apoyar prácticas de consumo
y utilización responsable de los
recursos disponibles. Esperemos que las
ideas aquí recogidas en forma breve, no
sólo nos hagan pensar dos veces nuestro
cambio de móvil, sino también todo cuanto
esté relacionado con nuestro consumo
(independientemente del coste económico
inmediato para nuestros bolsillos).

Jordi Cuadros, Albert Florensa,
Joaquim Menacho
Miembros de Cristianisme i Justícia
Institut Químic de Sarrià,
Universitat Ramon LLull

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