miércoles, 25 de noviembre de 2009

Violencia hacia la mujer: parte inherente del sistema patriarcal y capitalista

"por Marcha Mundial de las Mujeres *
tomado de Adital.org.br

La violencia hacia las mujeres es estructural, es una propiedad inherente de los sistemas patriarcal y capitalista, y es usada como una herramienta de control de la vida, cuerpo y sexualidad de las mujeres por hombres, grupos de hombres, instituciones patriarcales y Estados. A pesar de que afecta a las mujeres como grupo social, cada violencia tiene un contexto específico y tenemos que comprender cómo, cuándo y por qué ocurre la violencia hacia las mujeres."

La idea general sobre la violencia hacia las mujeres es que se trata de una situación extrema o localizada, involucrando a personas individuales. Pero ella nos toca a todas, pues todas ya tuvimos miedo, cambiamos nuestro comportamiento, limitamos nuestras opciones por la amenaza de la violencia. Otra idea es que la violencia hacia las mujeres es sólo un problema de las clases bajas y de las culturas "bárbaras". Sin embargo, también sabemos que ese tipo de violencia es transversal y que atraviesa todas las clases sociales y diferentes culturas, religiones y situaciones geopolíticas.

A pesar de ser más común en la esfera privada -como violencia doméstica, sea ésta sexual, física, psicológica o abuso sexual- la violencia hacia las mujeres y niñas ocurre también en la esfera pública, que incluye (pero no se limita a): feminicidio, acoso sexual y físico en el lugar de trabajo, diferentes formas de violación, mercantilización del cuerpo de las mujeres, tráfico de mujeres y niñas, prostitución, pornografía, esclavitud, esterilización forzada, lesbofobia, negación del aborto seguro y de las opciones reproductivas y autodeterminación , etc. El silencio, la discriminación, la impunidad, la dependencia de las mujeres en relación a los hombres y las justificaciones teóricas y psicológicas toleran y agravan la violencia hacia las mujeres.

La violencia, la amenaza o el miedo a la violencia, son utilizados para excluir a las mujeres del espacio público. Las mujeres pagan con sus vidas por trabajar en la esfera pública en lugar de quedarse en casa como lo dictamina la cultura patriarcal, por ir a la escuela o a la universidad, por "atreverse" a vivir su sexualidad abiertamente, por prostituirse a ellas mismas por falta de opciones. En un contexto de criminalización de los movimientos sociales, la represión contra mujeres activistas involucradas con la lucha muchas veces toma la forma de violencia sexual. Además, la discriminación contra las mujeres se compone por la intersección de diferentes formas de opresión: ellas son discriminadas por ser mujeres, pero también por su color de piel, lengua, raza, etnia, clase social (y situación financiera), religión, sexualidad...

La raíz de la violencia hacia las mujeres está en el sistema patriarcal y el capitalismo, que imponen una necesidad de control, apropiación y explotación del cuerpo, vida y sexualidad de las mujeres. El patriarcado funciona a través de dos principios: la noción que las mujeres son propiedad de los hombres (y por eso las mujeres estarían al servicio de los hombres y no podrían decirles que no nunca) y la división de las mujeres en dos categorías: "santas" y "putas". Como parte de ese sistema, la violencia es la punición para aquellas que no se encuadran en el papel de la "santa" buena madre y esposa. Por ejemplo, es común que los hombres justifiquen que agredieron, verbal o físicamente, a sus esposas porque la comida no estaba lista o porque la ropa que querían ponerse no estaba limpia. También es un castigo para aquellas que son consideradas "putas" y los agresores y la sociedad justifican la agresión diciendo que la mujer estaba caminando sola de noche, o porque son lesbianas y se les debe enseñar a ser heterosexuales, o porque la ropa que la mujer usaba no era decente.

Como parte de la cultura patriarcal, la masculinidad está asociada a la agresividad, y a los jóvenes se les enseña que ser violentos (y no mostrar emociones) es ser un "verdadero hombre", empujándolos -en algunos casos- a unirse a bandas sexistas o racistas. Nuevas formas de violencia con respecto a jóvenes mujeres, como asedio sexual hacia las estudiantes y violencia de grupos en las escuelas, se revelan y crecen cada día. Las mismas instauran relaciones y divisiones sexistas de papeles entre jóvenes mujeres y hombres sin que haya cualquier discusión pública sobre esos estereotipos devastadores. La noción impuesta por el patriarcado de que las mujeres son la propiedad de los hombres incluye también un aspecto económico que se expresa en la unión entre el patriarcado y el capitalismo, imponiendo una división sexual del trabajo con roles "naturales" para mujeres y hombres. De esta forma, las mujeres son caracterizadas como mano de obra muy barata siempre disponible para el cuidado de los otros y para todo el trabajo que esto implica. Así, asistimos a dos niveles de dominación de las mujeres dentro de los sistemas patriarcal y capitalista: por un lado, hay una explotación del trabajo de las mujeres y, por otro, la violencia como herramienta para mantener la dominación del hombre. Y, por lo tanto, no podemos hablar en la erradicación de la violencia hacia las mujeres sin demandar la erradicación de los sistemas patriarcal, capitalista y colonialista.

La violencia contra las mujeres y la misoginia son intensificadas en la medida en que los actores y políticas de la globalización neoliberal se afianzan en la economía. El feminicidio[1] aumenta cuando se promueven y firman acuerdos de libre comercio en las Américas (como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte - NAFTA en inglés, bajo el cual los lugares de trabajo, como las fábricas, aprovechan de la flexibilidad de las leyes laborales y ambientales): un gran número de mujeres mexicanas son asesinadas, por ejemplo, cuando cruzan la frontera con los Estados Unidos y en la propia ciudad fronteriza de Ciudad Juárez. El ataque a los derechos reproductivos y a los servicios de salud ha ido en aumento a medida que los servicios sociales se han ido privatizando o se les ha recortado el presupuesto. Cada vez más, son traficadas mujeres cada vez más jóvenes, a medida que se globaliza la industria sexual. Las mujeres son violadas en guerras desatadas en nombre de la "propagación de la libertad" y en las invasiones realizadas por potencias extranjeras (como la invasión americana a Afganistán) que se "justifican" en nombre de la defensa de los derechos de las mujeres.

¿Cómo podemos luchar contra la violencia hacia las mujeres?

En muchos países ya hay leyes y convenciones internacionales como la Convención para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW en inglés) que "protegen" a las mujeres, pero no son suficientes, porque muchas veces ni siquiera son aplicadas en la práctica. Aún más, estas leyes y convenciones ponen el foco de la violencia en las mujeres, como si fuera nuestro problema, con el cual tenemos que lidiar, cuando -por el contrario, y como hemos visto anteriormente- necesitamos cuestionar el papel de los hombres en la violencia y denunciar el hecho de que la violencia es estructural.

Sabemos que las medidas punitivas son necesarias, pero insuficientes para erradicar la violencia; en aquellos países donde existen es difícil que lleguen a las mujeres que no pertenecen a la categoría clase media, urbana y blanca. Tenemos que exigir que nuestros Estados se hagan responsables, demandar políticas públicas para las sobrevivientes de violencias, para las mujeres y niños traficados, para los grupos minoritarios (mujeres de color, de determinada religión, etc.), para las mujeres rurales, migrantes e indígenas. Pero además, son necesarias acciones que busquen prevenir y que cohíban los actos de violencia antes de que ocurran.

Tenemos también que discutir el rol de los gobiernos y del Estado. Hoy día el Estado es simultáneamente protector y opresor, a la vez portador del interés general y defensor de los privilegios, y patriarcal y violento (contra las mujeres, pueblos indígenas, migrantes, personas de color[2]). Incluso la policía que hace cumplir muchas de las políticas que demandamos, a su vez es la misma que perpetra la violencia hacia las mujeres, reprime a los movimientos sociales y es parcial en términos sociales y raciales. Reconocemos la contradicción inherente de esta situación, pues el hecho es que, para muchas mujeres, contar con el Estado, que representa un poder exterior y superior, es la única forma que tienen para defenderse contra la violencia en sus comunidades y familias.

Por el contrario, el Estado que nosotras demandamos es aquel que promueva las libertades y derechos para todas y todos, que intervenga en la economía y que esté estructurado con formas diversificadas de democracia participativa y control ciudadano.

Las mujeres siempre han resistido, y siguen resistiendo, en el ámbito individual y colectivo. Siempre que una mujer actúa de esa forma, al desafiar o denunciar la violencia contra ella misma o mujeres de su comunidad, está rompiendo con el paradigma dominante. Necesitamos apoyar su resistencia al condenar y denunciar a los hombres que cometen violencia contra las mujeres, y confrontar públicamente a los hombres y a la sociedad sobre el tema de la violencia hacia las mujeres. También debemos denunciar la complicidad de hombres, Estados e instituciones tales como las fuerzas armadas y religiones. Necesitamos movilizar a la sociedad civil, pensar estratégicamente y promover acciones radicales para la prevención y denuncia de la violencia masculina contra las mujeres. En ese proceso, las mujeres del sector no lucrativo -que brindan servicios que son esenciales para el empoderamiento y atención de las mujeres- y movimientos locales fuertes -donde las mujeres de las comunidades son protagonistas- juegan un papel decisivo.

Nosotras de la Marcha Mundial de las Mujeres queremos generar un debate y una acción política amplia que promueva cambios en nuestras culturas patriarcales y se anticipe a la realización de la violencia, siendo verdaderamente preventiva. Ya se conoce la extensión y la intensidad de la violencia, entonces, no es necesario esperar que exista más una denuncia, sino tener ese tema en la agenda de los grupos de mujeres, en las organizaciones mixtas, en las radios comunitarias, en los periódicos y medios de comunicación de los movimientos. Para eso, creemos que el movimiento feminista debe construir una fuerte y amplia auto-organización de las mujeres luchando por la autonomía (económica, sexual, reproductiva, personal, etc.) y la autodeterminación.

Los grupos de mujeres se fortalecen a través de encuentros de diálogo, debates, manifestaciones, trabajos corporales de auto-defensa. El objetivo no es ubicar a la violencia sexista como un problema de algunas mujeres, sino fortalecernos a todas, aprendiendo y reaprendiendo a resistir, a construir y reconstruir nuestras vidas sin violencia.

Valorizamos como un paso importante en esta lucha el hecho de que movimientos sociales mixtos -que sean urbanos o rurales- se dispongan a enfrentar a la violencia contra las mujeres. Para este fin, declaramos nuestra solidaridad con la Vía Campesina en su "Campaña Mundial por el fin de la Violencia contra las Mujeres" que fue lanzada en su 5ta Conferencia Internacional realizada en Mozambique en octubre de 2008. Reconocemos la importancia de que tanto mujeres y hombres se ocupen de responsabilizar a los hombres por la violencia contra las mujeres.

Frente a la violencia hacia las mujeres, demandamos:

§ La adopción de medidas que indiquen el compromiso de los diversos actores para reconocer a las mujeres como individuos y ciudadanas de pleno derecho desde la infancia. Por ejemplo: la utilización de lenguaje inclusivo en materiales didácticos, la promoción de una educación no-sexista que rompa con la división sexual e jerárquica de roles entre niños y niñas, campañas de concienciación popular y la garantía de espacios de participación política;

§ El apoyo con recursos a los movimientos de mujeres y grupos de mujeres sin fines de lucro, que están al frente en el soporte de las que se recuperan de discriminaciones, abusos y violencias;

§ La atribución de responsabilidad a los medios comerciales como portavoces de los sistemas patriarcal y capitalista por la continua mala representación, apropiación y abuso del cuerpo femenino;

§ La prevención de la violencia hacia las mujeres y niñas por medio de actividades de sensibilización, explicitando cómo ocurre la violencia, cuáles son sus causas, y cómo se manifiesta, así como por medio del estimulo a la auto organización de las mujeres;

§ La condenación del uso sistemático del cuerpo de las mujeres como arma de guerra en conflictos armados, así como el rechazo que ellas enfrentan (y los niños nacidos producto de violaciones) de parte de sus familias y comunidades, siendo culpadas por la violencia que han sufrido;

§ La punición de los perpetradores de la violencia - sea en la esfera privada, sea en la esfera pública - hacia las mujeres.

Y nos comprometimos a:

§ Denunciar las distintas expresiones de la violencia patriarcal hacia las mujeres en los diversos países, como (pero no limitado a), el feminicidio, las mutilaciones genitales, el levirat - sororat[3], ‘crímenes de honor", turismo sexual, tráfico de mujeres y niñas, esterilización forzada y las situaciones de violencia vividas por las mujeres comprometidas con las luchas, las mujeres encarceladas, las lesbianas y las mujeres con discapacidades;

§ Trabajar para transferir hacia los hombres perpetradores de la violencia el estigma que actualmente recae sobre las mujeres víctimas;

§ Denunciar la mercantilización del cuerpo de las mujeres y continuar el debate sobre la prostitución, especialmente por ocasión de la Copa Mundial de Fútbol en 2010;

§ Dar visibilidad a todas las formas de resistencia de las mujeres a la violencia sexista, sobre todo en ámbito colectivo, y de esta forma romper la cultura del silencio en nuestras comunidades que rodean a esta violencia;

§ Combatir la violencia a través de acciones de sensibilización junto a movimientos sociales aliados, y campañas de educación popular que favorezcan la concienciación feminista;

§ Hacer visibles los vínculos entre las políticas patriarcales que perpetúan la violencia contra las mujeres (tales como la impunidad para los agresores, la negación de la autodeterminación reproductiva, criminalización de mujeres activistas, prohibición del aborto, etc.) y actores y políticas neoliberales. Llamar la atención sobre el feminicidio, por ejemplo, y sus vínculos con los acuerdos de libre comercio;

§ Trabajar en alianza con movimientos sociales mixtos (en los cuales hombres y mujeres participan) para garantizar la construcción de un ambiente en el cual la violencia contra las mujeres no sea aceptable (y de espacios físicos libres de violencia) como principio rector de estos movimientos.

[*Texto referente al campo de acción "Violencia hacia las mujeres", de subsidio a la preparación de la Tercera Acción Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres. Los textos de todos los campos de acción están disponibles en castellano, inglés y francés en el sitio de la MMM: http://www.marchemondiale.org]

Notas:

[1] El misógino y excepcionalmente brutal genocidio de mujeres, muchas veces acompañado por violencia sexual extrema e impunidad para sus agresores.
[2] Por ejemplo, en 2007, la tasa de encarcelamiento en prisiones estaduales o federales en EEUU, de hombres blancos fue de 773 sobre 100,000, de hombres negros 4,618 sobre 100,000, de hombres hispanos 1,747 sobre 100,000. La tasa de mujeres blancas es 95 sobre 100,000, de mujeres negras 348 sobre 100,000, de mujeres hispanas 146 sobre 100,000 (Sabol, William J., Couture, Heather, Bureau of Justice Statistics, Prison Inmates at Midyear 2
007, Washington, DC: US Department of Justice, 2008).
[3] Casamiento forzado de una viuda con el cuñado o de un viudo con la hermana de su difunta esposa.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Planificando el vivir bien

Planificando el vivir bien
Xavier Albó
Del 3 al 5 de noviembre se realizó en el hotel Radisson de La Paz un seminario internacional sobre el “vivir bien”. El lector bien informado ya se da cuenta que se trata de un paso más para operativizar ese tema de la Constitución 2009. Lo estimulante es que ahora este asunto ya está incluso al nivel del Ministerio de Planificación. Los invitados locales e internacionales nos permitieron constatar además que ni partimos de cero ni estamos solos en ese camino.
Lo que nuestra Constitución Política del Estado llama suma qamaña, la del Ecuador llama sumak kawsay y nuestros antípodas en el Bután ya están desarrollando indicadores sobre lo que en inglés llamas Gross National Happiness: el producto nacional en alegría generalizada.Hace un año ya aclaré en una columna de La Razón (2-oct-08), que sería quizás más preciso traducir suma qamaña como “el buen convivir” no sólo entre nosotros sino también con la naturaleza. Un documento preparatorio distribuido por el Ministerio de Planificación del Desarrollo para el mencionado Seminario Internacional propone la siguiente glosa de este concepto:“El Vivir Bien implica el acceso y disfrute de los bienes materiales en armonía con la naturaleza y las personas. Es la dimensión humana de la realización afectiva y espiritual. Las personas no viven aisladas sino en familia y en un entorno social y de la naturaleza. No se puede Vivir Bien si los demás viven mal o si se daña la naturaleza.”A la luz de lo anterior y en sintonía con los pueblos andinos, amazónicos y la gran mayoría de los pueblos originarios del mundo, a los bienes “materiales” se añaden los espirituales, como son todos los intercambios de reciprocidad, los compadrazgos y las celebraciones, que van siempre tan cargados de afecto y cariño. Y al hablar de la naturaleza, ellos le darían enseguida un carácter más personalizado y afectivo sintiéndola como la Madre Tierra. Cuando se brinda entre amigos, por ejemplo, no debemos olvidarnos de compartir el traguito también con la Madre Tierra y, cuando cazamos en el monte, para el propio sustento, siempre debemos pedir permiso también a los “dueños del monte”. Algo pueden enseñarnos todos esos pueblos a nosotros, miopes modernos que con nuestro estilo de “desarrollo” expoliador en beneficio de unos pocos ahora lamentamos además que la Madre Tierra se nos está muriendo.Este convivir entre nosotros y con la Madre Tierra implica un fuerte componente ético y una espiritualidad que —otra miopía moderna— también habíamos echado por la borda en nuestras planificaciones. Lo central del desarrollo para vivir y convivir bien ya no puede ser sólo lo económico ni menos el crecimiento y el lucro, caiga quien caiga. Vivimos más bien una doble revolución copernicana en la concepción del desarrollo. Primera: Ya no gira todo en torno al crecimiento económico sino que lo económico gira más bien en torno al crecimiento en humanidad. Segunda, tampoco la Madre Tierra —el cosmos, siendo más inclusivos— gira en torno a sólo el interés de los humanos sino que nosotros también nos sentimos fruto y parte de esta Madre Tierra y cosmos y tenemos que avanzar y convivir juntos de una manera armónica. De la prioridad económica se pasa a la humana y ésta se inserta en lo cósmico, que no excluye lo demás pero le da un sentido más incluyente. Y sólo entonces podemos comprender qué es realmente el convivir bien e intentar realizarlo.Amartya Sen ya nos hizo un gran favor cuando, con un enfoque más cercano a este del vivir bien, logró que en las estadísticas mundiales se eliminara de una vez, como indicador clave de desarrollo, la famosa y traicionera “renta per cápita”, consistente en sumar a ricachones y pobretones y después contentarse con sacar y comparar promedios engañosos y perversos. A buena hora logró sustituirlo por el “Índice de Desarrollo Humano” (IDH), hoy ya generalizado.Pero quizás se quedó corto en lo de “humano” porque su IDH no llega a entrar en esas características más propiamente “humanas” (humanistas, quizás dirían otros) arriba mencionadas. Sus indicadores sólo se refieren a individuos prescindiendo de si saben relacionarse o no entre sí y con los demás. Y ahora añadimos además que un elemento fundamental para crecer en humanidad es hacerlo, además, hacerlo en sintonía con la Madre Tierra. Ardua tarea nos espera a todos.
Tomado de:

lunes, 16 de noviembre de 2009

Copenhage: Seattle madura

"Por Naomi Klein
tomado de rebelion.org


El otro día recibí una copia prepublicación de The Battle of the Story of the Battle of Seattle (La Batalla de la Historia de la Batalla de Seattle), de David Solnit y Rebecca Solnit. Planean sacarlo a 10 años de la histórica coalición de activistas que impidió que se llevara a cabo la cumbre de la Organización Mundial del Comercio en Seattle, la chispa que prendió un movimiento anticorporativo global.

El libro es un fascinante recuento de lo que realmente pasó en Seattle, pero cuando hablé con David Solnit, el gurú de acción directa que ayudó a que fuera posible el cierre, descubrí que estaba menos interesado en rememorar lo ocurrido en 1999 que en hablar acerca de la próxima conferencia de la ONU sobre el cambio climático, que tendrá lugar en Copenhague, y las acciones de justicia climática que ayuda a organizar en Estados Unidos, programadas para el 30 de noviembre. Ése es, definitivamente, un momento tipo Seattle, me dijo Solnit. La gente está lista para dar la pelea."

Sí, hay una cualidad estilo Seattle en la movilización de Copenhague: el enorme abanico de los grupos que estarán presentes; la diversidad de las tácticas que se exhibirán; y los gobiernos de los países en desarrollo listos para incorporar en la conferencia las demandas de los activistas. Pero Copenhague no es simplemente una segunda versión de Seattle. En vez de eso, la sensación es que las placas tectónicas progresistas se desplazan y crean un movimiento que se construye a partir de las fortalezas de una época anterior, pero también aprende de sus errores.

La gran crítica al movimiento que los medios insistían en llamar antiglobalización siempre fue que tenía una larga lista de quejas y pocas alternativas concretas. En contraste, el movimiento que converge en Copenhague aborda un solo tema –cambio climático– pero teje una coherente narrativa sobre su causa y sus curas, que incorpora prácticamente todos los temas en el planeta. En esta narrativa, nuestro clima cambia no sólo debido a ciertas prácticas contaminantes sino por la subyacente lógica del capitalismo, que valora, sobre todo lo demás, la ganancia a corto plazo y el crecimiento perpetuo. Nuestros gobiernos quieren hacernos creer que la misma lógica puede ser aprovechada ahora para resolver la crisis climática, mediante crear un bien que puede ser comercializado, llamado carbono, y mediante transformar los bosques y la tierra agrícola en sumideros que supuestamente van a compensar nuestras desenfrenadas emisiones.

Los activistas por la justicia climática en Copenhague argumentarán que, lejos de resolver la crisis climática, el mercado de carbono representa una privatización sin precedente de la atmósfera, y que las compensaciones y los sumideros amenazan con convertirse en una manera de apoderarse de recursos, de proporciones coloniales. Estas soluciones basadas en el mercado no sólo fracasarán en resolver la crisis climática; además, este fracaso profundizará drásticamente la pobreza y la desigualdad, porque los más pobres y los más vulnerables son las principales víctimas del cambio climático, y también los principales conejillos de Indias en estos esquemas de comercio de emisiones.

Pero los activistas en Copenhague no dirán simplemente no a todo esto. Promoverán soluciones que simultáneamente reducen las emisiones y la desigualdad. A diferencia de cumbres previas, donde las alternativas parecían una idea de último momento, en Copenhague las alternativas tendrán un lugar central. Por ejemplo, la coalición de acción directa Climate Justice Action (Acción por la Justicia Climática) ha llamado a los activistas a que el 16 de diciembre irrumpan en el centro de conferencias. Muchos lo harán como parte del bloque de bicis: manejarán juntos una aún no revelada irresistible nueva máquina de resistencia, compuesta de cientos de viejas bicicletas. La meta de la acción no es cerrar la cumbre, al estilo de Seattle, sino abrirla, transformarla en “un espacio para hablar acerca de nuestra agenda, una agenda de abajo, una agenda de justicia climática, de verdaderas soluciones en contraposición con las suyas, falsas… este día será nuestro”.

Algunas de las soluciones provenientes del campamento activista son las mismas que el movimiento por la justicia global ha defendido durante años: agricultura local y sustentable; proyectos energéticos descentralizados y más pequeños; respeto al derecho a la tierra de los indígenas; dejar los combustibles fósiles en la tierra; aflojar las protecciones en lo que respecta a la tecnología verde; y pagar estas transformaciones por medio de gravar las transacciones financieras y cancelar las deudas externas. Algunas soluciones son nuevas, como la creciente demanda de que los países ricos paguen reparaciones de deuda climática a los pobres. Está difícil de conseguir, pero todos acabamos de ver el tipo de recursos que nuestros gobiernos pueden congregar cuando se trata de salvar a las elites. Como dice un lema para Copenhague, Si el clima fuese un banco, ya lo habrían salvado. No lo hubieran abandonado a la brutalidad del mercado.

Además de la coherente narrativa y el enfoque en las alternativas, hay bastantes otros cambios: un enfoque más meditado en lo que se refiere a la acción directa, uno que reconoce la urgencia de hacer algo más que simplemente hablar, pero que está empeñado en no interpretar el cansado guión de policías contra manifestantes. Nuestra acción es de desobediencia civil, dicen los organizadores de la acción del 16 de diciembre. “Venceremos cualquier barrera física que se nos interponga –pero no responderemos con violencia si la policía ‘intenta’ escalar la situación.” (Dicho eso, no hay manera de que la cumbre de dos semanas no incluya unas cuantas batallas campales entre los tiras y los chavos de negro; después de todo, esto es Europa.)

Hace un decenio, en un artículo de opinión en The New York Times publicado luego que Seattle fue cerrado, escribí que un nuevo movimiento que defendía una forma radicalmente diferente de globalización acababa de tener su fiesta debut. ¿Cuál irá a ser el significado de Copenhague? Se lo pregunté a John Jordan, cuya predicción de lo que finalmente ocurrió en Seattle cité en mi libro No Logo. Respondió: Si Seattle fue la fiesta debut del movimiento de movimientos, entonces quizá Copenhague será una celebración de nuestra mayoría de edad.

Advierte, sin embargo, que crecer no implica ir a lo seguro, no tomar riesgos, evadir la desobediencia civil y favorecer sobrias reuniones. Espero que hayamos crecido para volvernos mucho más desobedientes, dijo Jordan, porque la vida en este planeta puede llegar a su fin por demasiadas acciones de obediencia.

Este texto fue publicado originamente en The Nation.
Traducción: Tania Molina Ramírez.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2009/11/15/index.php?section=opinion&article=024a1mun




miércoles, 11 de noviembre de 2009

Los muros del mundo

" Marta del Vado ganó el Premio Nuevo Periodismo 2009, el galardón más importante de América Latina en el ámbito de la comunicación, por una serie de reportajes sobre las fronteras físicas construidas por el hombre.

viernes, 6 de noviembre de 2009

A veinte años de la caída del Muro de Berlín : Una ocasión perdida

Una ocasión perdida
Por Ignacio Ramonet
El 9 de noviembre de 1989 caía el muro de Berlín. Veinte años después, mientras el capitalismo, a su vez, vacila bajo los golpes de una crisis sistémica, ¿qué balance se puede establecer de las dos décadas que acaban de transcurrir? ¿Por qué otros muros, igual de indignantes, no se han derribado? Simbólicamente, el hundimiento del muro de Berlín marca la conclusión de la guerra fría así como el fin -aunque la Unión Soviética no se disolvería hasta diciembre de 1991- del comunismo autoritario de Estado en Europa. Pero no el fin de la aspiración de millones de pobres a vivir dignamente en un mundo más justo e igualitario. El muro de Berlín se hunde debido, por lo menos, a tres hechos capitales ocurridos durante la década de 1980:




1/ las huelgas de agosto de 1980 en Polonia, que ponen en evidencia una contradicción fundamental: la clase trabajadora se opone a un presunto "Estado obrero" y al supuesto "Partido de la clase obrera". La teoría oficial sobre la que se basaba el comunismo de Estado se viene abajo; 2/ en Moscú, en marzo de 1985, Mijaíl Gorbachov es elegido secretario general del Partido Comunista de la URSS. Lanza la "perestroika" y la "glásnost", y activa, con las precauciones de un artificiero, la reforma del comunismo soviético; 3/ durante la primavera de 1989, en Pekín, en vísperas de una visita de Mijaíl Gorbachov, miles de manifestantes reclaman reformas similares a las que se llevan a cabo en la URSS. El Gobierno chino hace intervenir al Ejército. Resultado: cientos de muertos y condena internacional del régimen de Pekín. Cuando, en el otoño de 1989, ciudadanos de Alemania del Este se echan a la calle para exigir reformas democráticas, las autoridades dudan en disparar o no sobre las multitudes. Moscú anuncia que sus tropas estacionadas en Europa del Este no participarán en ninguna represión. La intensidad de las manifestaciones se multiplica. La suerte está echada. El muro de Berlín cae. En unos meses, uno tras otro, los regímenes comunistas de Europa son barridos. Incluidos los de Yugoslavia y Albania. Constatación importante: el sistema se desploma por descomposición interna, y no a causa de una ofensiva del capitalismo que lo habría derrotado. En esos años, Estados Unidos se halla en grave recesión tras el "lunes negro" de Wall Street acaecido dos años antes (el Dow Jones había caído, el 19 de octubre de 1987, un 23%). Pero la interpretación que se dará es que, en el enfrentamiento que opone, desde el siglo XIX, el comunismo al capitalismo, éste se ha impuesto. Por KO. De ahí una suerte de ebriedad intelectual que hará creer a algunos en el "fin de la historia". Error fatal. Al perder a su "mejor enemigo" -el que, mediante una relación de fuerzas constante, le obligaba a autorregularse y a moderar sus pulsiones-, el capitalismo se dejará arrastrar por sus peores instintos. Olvidando la promesa de hacer que el mundo se beneficie de los "dividendos de la paz", Washington impone en todas partes, a marchas forzadas, lo que cree ser la idea triunfal: la globalización económica. Es decir, la extensión al conjunto del planeta de los principios ultraliberales: financiarización de la economía, desprecio por el medio ambiente, privatizaciones, liquidación de los servicios públicos, precarización del trabajo, marginación de los sindicatos, brutal competencia entre los asalariados del mundo, deslocalizaciones, etc. En resumen, una vuelta al capitalismo salvaje. El multimillonario estadounidense Warren Buffet proclama: "Hay una lucha de clases, por supuesto, pero es mi clase, la clase de los ricos, la que dirige la lucha. Y nosotros ganamos" (1). En el plano militar, Washington despliega su hiperpotencia: invasión de Panamá, guerra del Golfo, ampliación de la OTAN, guerra de Kosovo, marginación de la ONU... Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, George W. Bush y sus "halcones" deciden castigar y conquistar Afganistán e Irak. Reducen la ayuda a los países pobres del Sur y lanzan una cruzada contra el "terrorismo internacional" utilizando todos los medios, incluidos los menos nobles: vigilancia generalizada, tortura, "desapariciones", prisiones secretas, penales ilegales como el de Guantánamo... Creen en un mundo unipolar, dirigido por unos Estados Unidos hegemónicos, seguros de sí mismos y dominadores. El balance será desastroso: ninguna victoria militar real, una inmensa derrota moral y una gran destrucción ecológica. Sin que los principales peligros hayan sido eliminados. La amenaza terrorista no ha desparecido, la piratería marítima se agrava, Corea del Norte se ha dotado de armas nucleares, Irán podría hacerlo... Oriente Próximo sigue siendo un polvorín... El mundo ha pasado a ser multipolar. Varios grandes países -Brasil, Rusia, la India, China, Sudáfrica- forjan alianzas al margen de las potencias tradicionales. En Suramérica, Bolivia, Ecuador y Venezuela exploran nuevas vías del socialismo. Hasta el recurso al G-20 con motivo de la crisis económica global confirma que los países ricos del Norte no pueden solventar en solitario los principales problemas mundiales. La oportunidad histórica que constituía la caída del muro de Berlín se ha desperdiciado. El mundo de hoy no es mejor. La crisis climática hace pender sobre la humanidad un peligro mortal. Y la suma de las cuatro crisis actuales -alimentaria, energética, ecológica y económica- da miedo. Las desigualdades han aumentado. La muralla del dinero es más imponente que nunca: la fortuna de las quinientas personas más ricas es superior a la de los quinientos millones más pobres... El muro que separa el Norte y el Sur permanece intacto: la malnutrición, la pobreza, el analfabetismo y la situación sanitaria incluso se han deteriorado, particularmente en África. Por no hablar del muro tecnológico. Además, se han levantado nuevos muros: como el edificado por Israel contra los palestinos; o el de Estados Unidos contra los emigrantes latinoamericanos; o los de Europa contra los africanos... ¿Cuándo decidiremos destruir de una vez para siempre todos esos muros de la vergüenza?
Notas: (1) The New York Times , 26 de noviembre de 2006.
Imagen de: cartapolitica.org